19 de agosto de 2012

El príncipe y la princesa.

¿Ves ese castillo? Cierra los ojos. Respira hondo. Imagina. Lo tienes, lo ves. En aquella ventana, la más alta de todas, está ella. En esa oscura habitación, iluminada tan solo por los débiles rayos de sol, de una tarde cualquiera. Es preciosa, pero le falta algo, el brillo en la mirada tal vez. ¿Ves su rostro? Está triste, no sonríe y algo me dice que hace tiempo que no lo hace. Acércate, obsérvala. Está llorando. Llorando en silencio. Las lágrimas ya saben el recorrido a la perfección.Tiene aspecto de llevar llorando mucho tiempo, demasiado tiempo. Pero sigue siendo preciosa.
¿Lo oyes? Alguien se acerca. Fuera del castillo, un caballo cabalga. Llevando a su amo. Es él. Un auténtico príncipe. Ella lo ve también. De repente, ya nada los separa. La princesa no está en aquella oscura habitación, ahora corre hacia él, con un brillo especial en la mirada. Ya no hay lágrimas. Sonríe y cada vez corre más déprisa. Y por fin, están juntos. No hay distancia entre ellos. Ella le ama. ¿Él la ama? No hay respuesta, el príncipe debe marcharse. Cada vez se aleja más y más, perdiendose en el horizonte, fundiéndose con el cielo azúl, a lo lejos. Y ella vuelve a llorar. La sonrisa desaparece. Todo vuelve a ser como antes. Él ya no está, y sin él, la princesa no puede ser feliz. Piénsalo. ¿Te das cuenta? Ella depende de él. Su felicidad depende tan solo de él. ¿Quieres eso? Pequeña, ni siquiera un aútentico príncipe debe hacer que pierdas la sonrisa. Es demasiado bonita para escónderla. Asi que, abre los ojos. Déjate de cuentos, y no dependas de nadie. Sonrie. Llora si te sientes mejor. Pero, siempre, ante todo, se feliz, con príncipe o sin él.


9 comentarios: